La inseminación artificial en bovinos es un tipo de biotecnología reproductiva muy bien establecida desde el siglo XX. El profesor ruso Ilya Ivanovich Ivanov, quien estudió y experimentó con la inseminación en animales bovinos de forma pionera, estrenó esta técnica de reproducción en 1899. Aun así, fueron necesarias algunas décadas para perfeccionar la investigación y ponerla en práctica de forma efectiva.
Los primeros becerros producto de semen congelado nacieron en Inglaterra en 1951 y, dos años después, en Estados Unidos. En Brasil, las primeras actividades enfocadas en la inseminación artificial en bovinos iniciaron en 1938, mientras que en México su estudio ganó más fuerza en 1960, aproximadamente. En 1998, la tecnología de la industria bovina en Latinoamérica aún dependía de recursos externos. En ese año, de acuerdo con datos divulgados por el artículo “World statistics for artificial insemination in cattle”, ciertos países latinoamericanos importaron, juntos, 5.318.596 dosis de semen bovino y exportaron solamente 120.560 dosis de este contenido.
A partir de los años 2000, esta área empezó a desarrollarse más rápidamente. En países de Norte y Sudamérica, este asunto obtuvo varios frentes de investigación. Actualmente, la inseminación artificial se implementa por medio de programas bien elaborados de selección genética, los cuales incluyen pruebas de progenie para evaluar el desempeño reproductivo de cada toro. En la industria bovina, esta técnica de cría y reproducción se considera imprescindible para la multiplicación genética; se realiza de forma segura, económica y simple y, además, está comprometida con el bienestar de los animales.